Blanco no es solo blanco sino que nunca es negro, y en
ninguna proporción Bloyiana, ha desmerecimiento de algo se preciara por llamar
a la apostasía sino únicamente al clamor del arrobo con que se regocijan los
ciegos, ¡que incólumes beben creyéndose tantas palabras vitoreándose clamorosamente!,
cuando no son más que “adoradores que claudican infamando el mundo a tumbos
con la sordera de la ignominia de las desproporciones.
Allí el negro martillo de la desdicha en donde las féminas reposan
impacientes en la zozobra del abandono; las cuenta gotas de la transición. “Se
que moriré joven” le oí decir una vez, una confesión que ni su cuerpo aguanta.
Odio los paralelismos y a la gente que se precia de ser vieja, como si los años
les hubieran dado lo que las manos trabajan, como si apuntar con un número algo
fuera digno de alguna, en verdad certeza, algo veraz.
“Todo ha sido dicho ya, solo falta repetirlo” dijo Goethe. Aquí me detengo y hago un énfasis empuñando la irrazonabilidad de la literatura frente al Derecho. Sería como beberse los líquidos que se han dispuesto para preparar la comida solo porque se tiene hambre, o peor aún escribir sin saber que los límites constitucionalmente establecidos para hacerlo: moral, vida privada y derechos de tercero (Que pena que la gente agreda cuando debe atención, eso aquí y en china son de menos 8 añitos de cárcel dice la ley) están "constitucionalmente establecidos".
A lo negro no le falta desvivirse, sino sólo dejarse ir y ser observado con aquel metaojo con que apuntaba; se debe tanto a la genialidad, a la verdad y a la dignidad; y todo lo que fulgura alrededor de la brillantez, que cuando enriquece todo ensombrece y tan cobardemente pretende contagiar de imposibilidades, a lo negro le falta la fatalidad de la crítica genuina. Porque lo negro es enemigo de sí mismo ni siquiera en la proporción ruinosa de ese cuerpo precipitado hacia la enfermedad.
En entredicho a lo blanco como lo bueno se bebe sin zozobra equilateralmente a lo negro y aunque las palabras a veces son antípodas, son lexicográficamente equidistantes. A que se debe entonces tanta maldad hacia las mujeres, si ya ha quedado en entredicho tantas veces que la estupidez no es no solo no formular bien las preguntas que se quieren hacer, tampoco a quien se quieren hacer, sino ¿Por qué se quieren hacer semejantes cosas? ¿Qué es en lo que terminan los textos con lo que eran las migajas de una buena conciencia?.
Lo blanco a veces es la peor inocentada como lo negro y lo negro son inadvertidos, lo peor se desmorona, es, nulo, inexistente, y solo perdura como el coraje de mi definición que no dice nada que no tenga mi fenotipo, he ahí otro entredicho, “que no será de su predilección”. Yo no vivo de aliberalidad, ni el temor a ser mirado cínicamente me acongoja; si la desmemoria fuera apriorística no habría lotería nacional, ni juegos pendejos de donde quedó la bolita afuera del metro, y la historia nos regalaría en verdad la candidez de la belleza. Ha de mi concepto donde lo intocado es no desmemoriable por indignidad; todo lo negro es abstruzo, y en esa medida encuentra su nefanda proporción; hallémonos en un momento regocijados en los brazos de la Teoría de las proporciones constantes y dejemos que la calma de la noche os abrace con una calidez areligiosa